Lo que nos hacía reír de la medicina del futuro (y ya está aquí)

Hace no tanto —quizás un par de décadas— hablar de “la medicina del futuro” provocaba una mezcla de entusiasmo y risa. No risa burlona, sino esa que nace del asombro, de lo increíble, de lo que parece demasiado bueno o lejano para ser real.
Nos reíamos, por ejemplo, de la idea de que una computadora pudiera diagnosticar enfermedades. Decíamos, entre carcajadas: “¡Ni que la compu fuera doctor!” Hoy, la inteligencia artificial no solo colabora en diagnósticos, sino que en algunas tareas supera al ojo humano. ¿Quién lo hubiera imaginado sin soltar una sonrisa escéptica en 1998?
También nos causaba gracia imaginar que seríamos operados por un robot. Nos parecía frío, impersonal, incluso peligroso. Hoy, sistemas como Da Vinci realizan cirugías mínimamente invasivas con una precisión que mejora lo que haría la mano más experta. ¿Y saben qué? El robot no tiembla.
La idea de consultar al médico por videollamada era digna de un sketch de comedia: “¿Y si me receta por WhatsApp?” se decía en tono de burla. Pero llegó la pandemia, y con ella la telemedicina se volvió no solo posible, sino imprescindible. Hoy es parte del sistema de salud en muchos países.
¿Y qué decir de los análisis de ADN desde casa? Parecía ciencia ficción pensar que con un hisopo y un clic recibirías en tu correo tu mapa genético. Hoy, no solo es posible: es común. Empresas como 23andMe ofrecen esa ventana al genoma por menos de lo que cuesta un teléfono básico.
Nos reíamos también de la impresión de órganos en 3D. Sonaba a chiste: “¿Qué sigue, imprimir un riñón como si fuera tarea de la escuela?” Pues sí. Se imprimen ya prótesis, tejidos, estructuras óseas, piel sintética, y se avanza rápidamente hacia bioimpresiones funcionales. No es ciencia ficción: es ciencia real.
Los relojes inteligentes también fueron blanco de bromas. “Ya solo falta que me diga si estoy por enfermarme”, decían muchos. Hoy te avisan si tu corazón late irregularmente, si tu nivel de oxígeno está bajo o si caíste y no te mueves. A veces te salvan la vida… sin que lo notes.
Y la joya de la risa científica: editar el ADN. “¿Cortar y pegar genes? ¡Como si fuera Word!” Justamente eso hace CRISPR. Una herramienta que permite modificar el genoma humano con una precisión que da esperanza… y vértigo.
¿Por qué reíamos? Porque a veces, la única manera de procesar algo tan revolucionario es con humor. La risa es una forma de defensa frente a lo desconocido, pero también el primer paso para imaginar lo que podría ser. Y a veces, lo que hoy nos hace reír, mañana nos salva la vida.
Hoy, muchas de esas risas se han convertido en realidades clínicas. Y la medicina del futuro ya no está en el futuro: está aquí. Nos reímos… y ahora vivimos en el guion que imaginamos.