Plan México y el salto estratégico en soberanía farmacéutica: una inversión con visión de país

“El futuro de la salud de una nación no se decreta: se construye con inversión, tecnología, voluntad y territorio”. Esta idea, más que frase de ocasión, empieza a tomar cuerpo con el anuncio hecho el 3 de julio de 2025 por la presidenta Claudia Sheinbaum, en el marco del Plan México: 10, 480 millones de pesos de inversión privada para fortalecer la industria farmacéutica nacional. Pero más allá de la cifra, lo relevante es su sentido: convertir a México en un país que produce, innova y abastece, y no solo importa, etiqueta y distribuye.

Bioindustria mexicana: cuatro apuestas, una dirección

El paquete anunciado articula a cuatro empresas mexicanas que invertirán en:

  • Células CAR-T y terapia avanzada (Kener)
  • Fraccionamiento de plasma y derivados (Genbio)
  • Producción local de API (Neolsym)
  • Vacunas y biotecnología farmacéutica (Alpharma-BioGenTec)

Es decir, México no solo quiere fabricar medicamentos: quiere producir biotecnología, proteínas recombinantes, inmunoterapias y fármacos estratégicos. Busca cerrar la pinza de la dependencia sanitaria que ha durado décadas y que se hizo dolorosamente visible durante la pandemia.

México frente al mundo: ¿es suficiente esta inversión?

Para dimensionar el anuncio, conviene hacer una pausa y mirar el panorama global:

País o bloque

Inversión anual estimada en bioindustria

Equivalente en pesos mexicanos (aprox.)

EE.UU. (2024)

USD 230 mil millones

4.1 billones de pesos

China (2024)

USD 100 mil millones

1.8 billones de pesos

Unión Europea

EUR 60 mil millones

1.1  billones de pesos

México (anuncio 2025)

MXN 10 480 millones

 

0.01 billones de pesos

 

Visto así, la inversión nacional representa apenas el 0.25 % del total que destina Estados Unidos solo en un año. No obstante, el dato crudo no debe llevarnos al desánimo. Lo que se anunció es una palanca, no la totalidad del esfuerzo. Y en términos de estrategia, el valor de una inversión depende tanto del monto como del momento y del enfoque.

Infraestructura crítica: salud que se construye desde lo estructural

México ha vivido décadas sin infraestructura crítica para biotecnología: no tenía plantas de plasma, no producía APIs estratégicos, no contaba con capacidad CAR-T local. Esta inversión inicial rompe ese techo.

Tener capacidades nacionales para producir plasma, APIs estratégicos y terapias avanzadas no solo representa un paso industrial. Es una decisión de salud pública con impactos directos sobre la vida de millones de personas. Aquí, tres ejemplos claros:

  1. Plantas de fraccionamiento de plasma: vida a partir de la sangre

Separan componentes vitales como inmunoglobulinas y factores de coagulación. Esto permite:

  • Tratar inmunodeficiencias, lupus, hemofilia y enfermedades neurológicas autoinmunes.
  • Contar con derivados del plasma durante emergencias sanitarias, sin depender del exterior.
  • Aprovechar el plasma nacional, que antes se desperdiciaba o exportaba.
  1. Producción de APIs estratégicos: sin principio activo no hay medicina

El 90 % de los medicamentos necesita APIs, y México depende en gran medida de China e India. Producir localmente:

  • Garantiza continuidad de tratamientos para enfermedades crónicas.
  • Reduce el riesgo de desabasto.
  • Mejora la trazabilidad, calidad y seguridad de lo que se consume.
  1. Capacidad CAR-T local: oncología del siglo XXI al alcance nacional

Estas terapias celulares personalizadas representan esperanza para pacientes con cánceres agresivos. Contar con producción nacional:

  • Reduce los costos astronómicos de importar (de 12 a 2 millones por paciente).
  • Acerca terapias de punta a hospitales públicos.
  • Crea infraestructura científica, clínica y ética para medicina personalizada.

 

De la maquila a la innovación soberana

Durante años, México fue visto como un país ensamblador, con capacidad de manufactura en cadena, pero no de desarrollo farmacéutico. Esta lógica mantuvo al país dependiente, vulnerable y con un desabasto crónico que ningún modelo de compras pudo corregir.

Hoy, el giro es evidente. El Plan México, al estimular la inversión nacional, busca:

  • Reposicionar a México como nodo biofarmacéutico latinoamericano,
  • Incentivar encadenamientos productivos regionales con Centroamérica,
  • Elevar la presencia de investigación clínica y desarrollo de terapias innovadoras,
  • Y reducir la sangría comercial que representan las importaciones farmacéuticas.

 

Claves para que la promesa no se diluya

Para que esta inversión marque un antes y un después, será necesario:

  1. Regulación proactiva y transparente. La Cofepris debe garantizar procesos ágiles, sin perder rigor, y blindar este desarrollo contra capturas corporativas.
  2. Compra pública estratégica. El Estado debe dejar de ser un comprador indiferente y convertirse en socio del desarrollo industrial, usando su poder de compra para apoyar a quienes innovan en México.
  3. Vigilancia social y medición de impacto. No basta con cortar listones. Se debe evaluar si las plantas producen, si generan empleo calificado y si abastecen medicamentos esenciales.
  4. Educación y talento. Sin recursos humanos especializados en biotecnología, bioinformática, regulación y manufactura avanzada, la infraestructura no bastará.

La salud como soberanía industrial

El Plan México se está revelando como una apuesta dual: productiva y sanitaria. Esta inversión, aunque modesta en comparación con potencias globales, abre por fin una ruta de industrialización farmacéutica con sentido estratégico. Dejar de importar lo esencial, diseñar terapias propias, abastecer el sistema de salud con producción nacional, y generar ciencia útil: ese es el horizonte.

México no compite hoy por volumen, pero sí puede competir por visión, agilidad y cohesión institucional. Lo importante será no convertir este avance en una promesa aislada. La soberanía sanitaria no se decreta en un sexenio, pero empieza cuando el país decide invertir en sí mismo.

El Plan México, al apostar por infraestructura crítica en biotecnología, no sólo propone fabricar medicamentos, también apuesta por proteger a los pacientes inmunosuprimidos, a quienes viven con cáncer, a quienes dependen cada día de un medicamento esencial.

México puede y debe hacerlo con visión, continuidad y exigencia social. Porque invertir en salud no es solo curar: es prevenir, generar desarrollo, y proteger el futuro de un país.

 

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